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Chuck Lorre es un capo y se especializa en crear series de televisión.
Ahí está Cybill (1995), el delirante diario de una actriz madura y desempleada que lucha por mantenerse a flote en un Hollywood que las exige cada vez más flacas y jóvenes y desechables. Ahí están Dharma y Greg (1997), la hippie y el yuppie que aprenden a convivir en los albores de una norteamérica cada vez más paranoica y sin sentido.
Pero las creaciones más famosas del buen Lorre llegarían recién con el nuevo milenio: Two and a half men y The Big Bang Theory. La primera -el bote salvavidas y salvacarreras de Charlie Sheen- nos muestra cuán ridículamente desechables y supérfluas se han vuelto las relaciones personales hoy en día, mientras que la segunda es acaso el programa de televisión que mejor aborda el tema de la locura multimediática en la que estamos irremediablemente inmersos aunque contada a través de las peripecias y desastres de un grupo de genios inadaptados.
Y es que a fin de cuentas, si algo tienen en común las comedias de Lorre es que todas versan sobre el duro camino hacia la adaptación. Adaptación a la vejez, a la personalidad opuesta de quien elegimos para dormir en nuestra misma cama; adaptación a la soledad del hombre moderno y a un mundo donde la física cuántica no es nada si no sabes usar el Facebook o filtrear con la chica de al lado.
Cuando logras tocar esos temas con diálogos incisivos y situaciones ridículas y hacer que, en lugar de un plomazo, sean detonantes de risas que alivianan lo pesado de un lunes aciago no hay nada qué hacer: Eres un capo.
Eres Chuck Lorre.
Ahí está Cybill (1995), el delirante diario de una actriz madura y desempleada que lucha por mantenerse a flote en un Hollywood que las exige cada vez más flacas y jóvenes y desechables. Ahí están Dharma y Greg (1997), la hippie y el yuppie que aprenden a convivir en los albores de una norteamérica cada vez más paranoica y sin sentido.
Pero las creaciones más famosas del buen Lorre llegarían recién con el nuevo milenio: Two and a half men y The Big Bang Theory. La primera -el bote salvavidas y salvacarreras de Charlie Sheen- nos muestra cuán ridículamente desechables y supérfluas se han vuelto las relaciones personales hoy en día, mientras que la segunda es acaso el programa de televisión que mejor aborda el tema de la locura multimediática en la que estamos irremediablemente inmersos aunque contada a través de las peripecias y desastres de un grupo de genios inadaptados.
Y es que a fin de cuentas, si algo tienen en común las comedias de Lorre es que todas versan sobre el duro camino hacia la adaptación. Adaptación a la vejez, a la personalidad opuesta de quien elegimos para dormir en nuestra misma cama; adaptación a la soledad del hombre moderno y a un mundo donde la física cuántica no es nada si no sabes usar el Facebook o filtrear con la chica de al lado.
Cuando logras tocar esos temas con diálogos incisivos y situaciones ridículas y hacer que, en lugar de un plomazo, sean detonantes de risas que alivianan lo pesado de un lunes aciago no hay nada qué hacer: Eres un capo.
Eres Chuck Lorre.
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