lunes, 14 de septiembre de 2009

Perfección

Toda afición tiene un comienzo. Con El Nombre de la Rosa descubrí que las novelas pueden ser adictivas y al ver Casi Famosos me quedó claro que el cine toca hondo con una buena historia. Y así como del fútbol me hice fanático al ver un Alianza-Cristal en el 93, al tenis empecé a prestarle atención gracias a Federer.
Sin embargo no eran buenas épocas para el gran Roger. Tras la derrota ante Nadal en Wimbledon del año pasado, a la perfección suiza le tocó una época nefasta en la que perdió el número uno del ranking de ATP, perdió partidos inexplicables y perdió hasta la cordura frente a Djokovic rompiendo, impotente, su raqueta contra el suelo en el Masters 1000 de Miami. Todo mientras su archirival ibérico se convertía en el niño mimado de comentaristas, revistas de espectáculos y una aseguradora en la que siempre pensaba.
Sin embargo el destino del mejor del mundo no era otro que el de volver a la cima. Cuando algunos pronosticaban incluso su retiro de las canchas, Roger fue retomando de manera progresiva la confianza en sí mismo y en su talento incalculable. Y aunque muchos pueden alegar que su increíble recuperación - Roland Garros y Wimbledon incluídos- se debió en gran parte a la ausencia de Nadal por lesión lo cierto es que, independiente de posiciones en el ATP, la supremacía de Federer es indiscutible pues si bien el español es un jugador de potencia avasalladora, el suizo es la definición de excelencia en el tenis.
Porque todo deporte requiere de cualidades como la fortaleza o el ímpetu, pero cada disciplina tiene una escencia por la cual, unos pocos privilegiados, convierten un simple juego en arte.
En el tenis es la elegancia.
Que es sinónimo de Roger Federer.
Que ejecuta las jugadas más inverosímiles en una constante coreografía que hace lucir sencillo lo inexplicable. Ya sea en el saque, subiendo a la red o respondiendo a los balazos de sus rivales con un pincelazo de virtuosismo, Federer -que todo lo ejecuta y lo vive y lo celebra con una humildad apabullante- es acaso el equivalente moderno de genios como Da Vinci o Beethoven, es decir, seres humanos que vienen al mundo para tomar una disciplina y convertirla en algo sublime así sea por el breve instante que dura la disputa de un punto.
Éste, por ejemplo.



No se diga más.

No hay comentarios: