martes, 23 de junio de 2009

Ruda y cursi

Si se quedaba en one hit wonder hubiese bastado. Y es que smile era perfecta. Una letra adorable y estúpida. Un ritmo relajado que difícilmente podías sacar de tu cabeza. Y en medio de todo ella, con esa sonrisa mitad inocente, mitad perversa (bueno, 40 y 60 se ajusta más) y su inefable combinación de vestido y zapatillas. Pero Lily Allen fue más allá de un single exitoso catapultado desde myspace. En el 2004 lanzó Alright Still demostrando que, por encima de sus declaraciones chifladas y su vida en constante choque, había en ella una artista sin pretensiones de grandeza pero con el talento suficiente para firmar temas despreocupados y divertidos.

Y si se quedaba en un buen álbum también hubiese bastado. Pero tres años después de su debut se enfrenta el siempre difícil reto de superar un primer éxito instantáneo. It's not me, it's you sortea el escollo con creces. No hay duda, a la desfachatez de Allen hay que tomársela más en serio. Para este trabajo, la inglesa cambia las melodías relajadas con toques reggae que primaban en su debut y se adentra en el terreno del pop más electrónico. Exceptuando un par de líneas , evita ponerse solemne en la lírica y mantiene esa narrativa barriobajera que tiene a novios con problemas mentales y de pequeñez como principales personajes. Muta los vestidos y zapatillas por algo más fashion. Evoluciona en lo sonoro. Mantiene la esencia pendenciera. Coquetea más, pero aún puede patearte el trasero. El disco es parejo pero destacan esa suerte de country-perverso-futurista de Not Fair y la ternura, a pesar del título, de Fuck You –guiño a los Carpenters incluido-

¡Cierto! También está más rica.



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