domingo, 28 de junio de 2009

Los ángeles de Charly


Desearía que los hechos que voy a narrar a continuación estuviesen confinados al ámbito exclusivo de mi atribulado imaginario. Incluso ahora, cuando la verdad irreprochable de esta habitación claustrofóbica aparece en cualquier ángulo al que apunten mis ojos, quiero creer que, como en los malos cuentos, voy a despertar para decir en voz baja “todo fue un sueño” Solo 33 personas compraron mi primer disco y no es un aproximado, es el número real de ventas que tuvo “Canciones de Mujer” por lo que no tuve defensa alguna cuando el presidente de Mirella Records me despidió sin más liquidación que las 2 967 copias restantes de mi álbum.

Por suerte soy un tipo acostumbrado a los fracasos. Pronto empecé a trabajar en un nuevo puñado de canciones, menos enigmáticas y más agresivas. “Lo que tienes que hacer es buscar una manera de llamar la atención, que se fijen primero en ti y luego en tu música”, las palabras de Mirko Avellaneda –amigo exitoso y solvente que alguna vez compartió miserias en una botella de cerveza- vinieron acompañadas de una buena estrategia para poner mi segundo álbum en boca de todos. Y es que habían pasado ya suficientes años para que el cassette adquiriera la categoría de atractivo objeto nostálgico, tal como había pasado con los discos de vinilo en mi niñez. Muy pronto, la noticia del artista que relanzó el diminuto formato en la cultura popular apareció en todos los medios alternativos del país. Cierto es que poco o nada se hablaba del contenido musical que había dentro de las cintas, pero ya habría tiempo para eso, mientras tanto me ocupé de saborear el momento de gloria que presumía efímero.

Como suele pasar en el Perú con sus ídolos de barro, de pronto era solicitado para opinar acerca de cualquier tema en boga sin importar si mis conocimientos sobre política o deportes fueran casi nulos. Fue en el Show De Bruno donde empezó todo; soberbio pero no sobrio, me sentí con la suficiente autoridad como para dar mi visión del rock sudamericano, donde cada estilo es reflejo de los países donde provienen, ahí tenemos el caso de Argentina, cuyo sonido nunca pasó de ser cánticos de fútbol llevados a una guitarra eléctrica y no al revés; siempre reventándose cohetes a sí mismos, mira el caso de Charly García, de quien celebraban con magnánimos aplausos hasta cuando se tiraba a una piscina desde el noveno piso de un hotel, por cierto, Brunito, sabes que es historia es falsa ¿no?

3 de marzo del año 2000. Ante el asombro de los periodistas que hacían guardia para sacarle alguna declaración sobre sus problemas judiciales, Charly García salta desde una altura de 30 metros hacia la piscina del Hotel Aconcagua en Mendoza. Una cámara de video captura el momento desde exteriores: la delgada figura del músico cae vertiginosamente con los brazos hacia atrás y las piernas extendidas. Para cuando los periodistas lograron entrar al hotel, Charly reposaba sonriente en un vértice de la piscina “y, un poquito de miedo tuve” dijo, mostrándole a sus fanáticos y detractores que él estaba en otro nivel, que Charly era inmortal, viejo.

Con lo que no contaban ni el flaco ni sus managers era con que uno de los botones del hotel, peruano inmigrante como miles en Argentina, narraría en una reunión familiar la verdadera historia. Habían usado a un joven camarero para saltar desde el noveno piso mientras que el ídolo esperaba cómodo en la piscina la llegada de los medios. Así se hizo, Brunito, como verás el rock argentino es mero confeti y pomposidad. Me largué del programa con la misma indiferencia con la que había dado la entrevista. Un periodista argentino que buscaba información para un reportaje conmemorativo sobre la muerte de García dio con mis palabras en alguna página de humor. Su ortodoxa nota mutó entonces a una encendida respuesta a las palabras hirientes con las que un peruano infame osaba molestar el eterno descanso de un ídolo patrio. A los muertos se les respeta, che.

La primera clarinada de alerta sobre el nefasto alcance de mis declaraciones irresponsables fue en el estadio de Alianza Lima. Inicio de temporada. Como muchos, me sentía atraído por la expectativa puesta en el Juanpi Caballero, delantero argentino que tras pasear su fútbol por Europa y México, culminaba su carrera tratando de darle un título al equipo victoriano, inmerso en una nueva etapa de sequía. Marcó dos goles de cabeza. Durante la celebración del segundo se despojó de la camiseta blanquiazul y enseñó a las tribunas una remera blanca donde rezaba “aguante Charly, abajo Barrueto” Los más jóvenes pifiaron y yo empecé a preocuparme. Ya en mi departamento, pude enterarme de la guerrilla que se venía desatando vía internet. Desde ambos lados y usando fanzines, revistas electrónicas y cuanta herramienta digital tuviesen a la mano, músicos y fanáticos de Argentina y Perú se mandaban a la mierda mutuamente dando muestras de un inusual patriotismo para una generación, en general, apática con todo lo que no sea verse el ombligo.

Hasta ese punto el entredicho no pasaba de ser una beligerancia entre adolescentes sin nada mejor en qué ocupar su tiempo. Sin embargo, la mañana del 15 enero todo cambió. La página web del gobierno había sido alterada por anónimos hackers que lograron insertar una caricatura de Charly García cagándose, literalmente, en nuestra bandera, mientras se oía hoy paso el tiempo, demoliendo hoteles. Me atrevería a decir que, si bien el hecho ya se extralimitaba, por sí solo no hubiera generado el conflicto en las dimensiones que hoy conocemos. Faltaba el puntillazo incendiario de un inefable personaje.

Como parte de las concesiones habituales que todo Partido entrante le da a la Oposición para poder gobernar en relativa paz, el Ministerio de Cultura fue puesto en manos de Manuelón Ramírez, un ex Comandante del Ejército cuyos méritos para ocupar el cargo se remitían a dos libritos de poesía que publicó siendo aún joven en su natal Arequipa. Era conocido en la prensa política tanto por su iracundo carácter como por el mito nunca confirmado de que desayunaba caldo de culebra tuerta para mantenerse vigoroso. La vehemencia de sus declaraciones ante el ofensivo caso de la caricatura corroboró su reputación de tigre encerrado.

“Exigimos que las autoridades argentinas pongan todos los medios necesarios para capturar a los facinerosos y ponerlos a disposición de la justicia. Lamento que en ese país la juventud defienda de una manera tan vulgar la memoria de un drogadicto. Mira que si al menos fuese Gardel. Nada, señores, quiero la cabeza de los culpables de inmediato…o habrán consecuencias” Dicen que ni las reprimendas del joven presidente García –hijo- ni el escaso apoyo que recibió de los miembros de su Partido lograron disuadir la eufórica actitud del Comandante.

Una tarde, cinco tipos me invitaron con rudeza a una cita con el Ministro “Aquí está el nuevo valor de la música rocks” dijo extendiéndome una mano inmensa. Me habló de la necesidad histórica de ser, por una vez siquiera, el país agresor, el primero en dar un golpe a la canilla del enemigo. Aunque no era experto en historia, estaba convencido que las derrotas sufridas a lo largo de los siglos eran producto de nuestra pasividad militar. “pero eso va a cambiar, joven artista, el Presidente Kirchner Tercero dijo que no entregarían a los culpables así que empezaremos la represalia. Para esta hora, el embajador argentino ya debería estar saliendo con una patada en el culo de su cuarto y en dos semanas todos los argentinos que se comen nuestra comida, serán expulsados del país” Juntando migas de valor le pregunté tembloroso si ese tipo de decisiones no requerían la aprobación del Presidente, el Congreso y demás. “sepa usted, joven artista, que todo militar que se precie tiene polentas suficientes para coger de los huevos a cualquier gobierno”

Sus palabras fueron respaldadas por una basta generación de jóvenes militares que, debido a la excesiva diplomacia en Sudamérica, pasaban sus carreras como empleados de cualquier funcionario inútil (los más afortunados) El apoyo popular llegó gracias a la hábil campaña promovida desde el Ministerio de Cultura, la idea de “golpear primero” caló hondo en la consciencia de la gente siempre acostumbrada al empate, cuando mucho. Con todo esto, el gobierno no tuvo otra que apoyar la demencial furia de Manuelón Ramírez. Pero a pesar de las bravuconadas incitadoras y el apoyo popular nos volvieron a pegar primero.

“Bolivianos de mierda, segunda vez que nos traicionan” Dijo enfurecido el Ministro al enterarse de la incursión del ejército gaucho a través del país del altiplano. “en la Guerra del Pacífico nos dejan solos, ahora nos venden por una salida al mar, carajo, creí que ya se habían resignado” se tuvo que reposicionar rápidamente a las tropas peruanas que, por inercia, hacían guardia en la frontera con Chile.

Fueron dos semanas de enfrentamientos antes que USA interviniera. La Unión Sudamericana convocó a todos los presidentes afiliados para tratar de hallar una salida pacífica; sin embargo, esto no evitó que la cumbre de emergencia fuese utilizada para sacar a la luz algunas heridas pendientes. Cuando el presidente brasileño increpó a su homólogo boliviano por su participación en el conflicto llamándole tramposo, éste respondió a la afrenta recordándole que una orquesta de lambada, decenios atrás, había robado una canción folklórica de los Kjarkas para transmutarla en un éxito bailable, sin pagar regalías. “¿cuál pueblo es más tramposo, señor Herraez?” Las risas solo pudieron ser contenidas tras una enérgica reprimenda del Secretario General. Restaurada la calma, hizo llamar al joven Barrueto para que presente su alegato.

“Es cierto, distinguidos Mandatarios, que mi participación en la campaña publicitaria para apoyar el conflicto armado fue constante pero deben saber que lo hice movido tan solo por las amenazas que recibía del Ministro Ramírez cada vez que objetaba sus peticiones para dar conciertos panfletarios y hacer temas burlándome de Charly García. Reafirmo además que mis declaraciones sobre el caso de la piscina se basaron en una historia contada por mi tío Fortunato Chávez que, como consta en los registros, falleció hace diez años; estoy dispuesto a presentar las disculpas necesarias y colaborar en el proceso abierto contra Manuelón Ramírez, todo con tal de reinstaurar las buenas relaciones entre pueblos hermanos”

En el cementerio de Recoleta, varios jóvenes que se autodenominan Los ángeles de Charly, hacen vigilia ante la tumba de su ídolo. Algunas veces he soñado que me lo encuentro cara a cara y me da las gracias por extender su leyenda unos cuantos siglos más. De nada, le contesto. Aunque yo siempre preferí a Calamaro.

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