sábado, 27 de junio de 2009

REPORTAJE EXCLUSIVO: La guerra clandestina entre el verbo y la renovación


El azar juega un papel preponderante en esta historia. Al menos en la confluencia casi simultánea de una cierta “revelación” en los personajes. El 18 de diciembre de 1991, el joven Eduardo Burstein, un recién egresado de la facultad de Periodismo de una importante universidad de la capital, viajaba por tierra a las playas del Norte en pos de una semana de relajo antes de iniciar sus labores como redactor en el suplemento dominical de un diario tradicional de Lima. Faltaba media hora para llegar cuando al bus subió un vendedor de medicinas naturales que, a pesar del calor, vestía de impecable saco y corbata. Primer hecho fortuito: las pilas del walkman de Burstein se agotaron justo cuando el susodicho iniciaba su discurso por lo que tuvo que oír completa la transitada verborrea. “disculpen por interrumpir su viaje” “en primer lugar gracias a dios por un día más de vida” “no he venido a pedirte limosna” “ni me va a hacer rico ni te va a hacer pobre”. Todos estos cojudos deben ir a la misma escuela, pensó el recién graduado. Segundos después, mientras miraba los primeros retazos del mar de Máncora, tuvo un súbito momento de inspiración. Le propondría al editor hacer un reportaje sobre aquellos vendedores que irrumpían a diario el transporte público del país. Aliviado por encontrar el tema de su primer trabajo, estiró los brazos en su asiento.

Ese mismo día, Moisés Naranjo reposaba en la última fila de una combi de la empresa Chama tras repetir por octava vez su discurso y pasar la bolsa de toffes por entre los desinteresados pasajeros. Segundo hecho fortuito: Escuchó a dos muchachos comentar “te apuesto que si uno de estos patas se sube y dice algo así como ahorrémonos el floro, los toffes cinco por un sol, vende todita la bolsa” Naranjo –que por aquel entontes llevaba apenas dos meses en la ESVA- sintió la punzada de una idea revolucionaria, aunque en ese instante tuvo que postergarla para bajar a prisa en el rojo de un semáforo de la Avenida Arequipa.

Aunque en los archivos del Congreso de la República se guarda una copia del proyecto de ley para legalizar a la Escuela de Vendedores Ambulantes, ésta siempre ha funcionado desde la –aparente- clandestinidad. Empezó en 1976 por iniciativa del poeta huanuqueño Julián Ñori que, tras ocho años infructuosos en su búsqueda de la consagración literaria, decidió pasar las tardes de domingo ayudando a su sobrino a mejorar su discurso-vende-llaveros. Sin darse cuenta, en un par de semanas eran cinco los chiquillos que, apretujados en el techo de la pensión donde vivía el poeta, aprendían sobre el arte de atraer a los compradores usando palabras bonitas que sonasen distinguidas. Para el año siguiente, Ñori se las ingeniaba para dar hasta tres turnos de sus clases, cobrando veinte centavos a cada niño. Uno de esos mocosos, Florencio Huamán, le propuso hacer más rentable sus enseñanzas. Fue el primer paso para convertir la noble iniciativa del bate en uno de los monopolios más poderosos del país.

“Ese hijo de puta me dejó de lado ni bien pudo” la voz rasposa de ex poeta Ñori (devenido en la actualidad, en operario de una imprenta) deja ver con claridad el resentimiento que almacenó durante tanto tiempo. “Me dijo que se encargaría de organizar los turnos para las clases y de cobrar puntualmente la cuota de los alumnos, todo por el veinte por ciento de lo recaudado, me pareció bien. No me di cuenta cómo iba memorizando mis enseñanzas. Hasta que una tarde me dijo que se mudaba con los muchachos al patio trasero de la parroquia, que el cura les había dado el sitio para que funcionase ahí la escuela, él le puso el nombre por cierto. Sin más me dejó fuera” Burstein le preguntó por qué nunca intentó recuperar a sus alumnos “Confiaban más en uno de sus semejantes, además Huamán se blindó acusándome de ser un pedófilo. Me jodió”. Era la primera de las entrevistas que el periodista realizaba. El resentimiento de Ñori le facilitó direcciones y pistas para seguir con la historia aunque en ese entonces aún ignoraba que una revolución dentro del mundo que investigaba estaba por iniciarse.

Las atronadoras palmas de los dieciocho muchachos que tenía en frente, terminaron por convencer a Moisés Naranjo que su destino en el mundo era la grandeza. Aquellos jóvenes dispersos, de pelo casposo y marcas en la cara –por acne, por una cuchilla borracha en una fiesta- sellaban con su aplauso el apoyo incondicional a su iniciativa. De esta manera, lo que empezó como una inocente variación a lo dictado por la ESVA, se convertía en una corriente alternativa en el discurso que miles de jóvenes daban a diario montados en buses y combis. Y aunque Naranjo nunca pensó en lucrar con ello, al darse cuenta del rápido impacto que iba teniendo su método basado en la simpleza de palabras y la sinceridad del orador, decidió que debía hablar con Florencio Huamán sobre su tesoro descubierto. El ahora exitoso empresario apenas pudo contener la rabia. No hubo arreglo alguno.

Mediados de marzo, 1992. Tras realizar varias entrevistas y desempolvar algunos documentos perdidos en interminables pasadizos de oficinas gubernamentales, Eduardo Burstein tenía una idea bastante clara del sorprendente universo económico que había detrás de cada mocoso que se subía a joder un viaje en micro. No sólo estaba el dinero que los vendedores daban a la ESVA, el flujo iba más allá: Las empresas de golosinas cobraban un porcentaje para vender los lotes perdidos de sus productos solo a aquellos muchachos que contaran con su carné de la escuela. Compañías de transporte urbano y ciertos mandos policiales se contaban también entre los beneficiados con el monopolio de Huamán, por lo que la progresiva presencia del Método Naranjo demandó una reunión secreta tras la cual se llegó a la única solución plausible: el insurrecto tenía que morir.

8 de abril. Moisés Naranjo llegó a la entrevista vestido de incógnito y con dos tipos cuidando sus espaldas. Para la fecha, el número de muertos, sumando a los caídos de ambos bandos, sumaban alrededor de treinta. Los asesinatos eran silenciosos y lo bastante espaciados como para pasar desapercibidos a ojos de la prensa. “Se avecina una última batalla” dijo el rebelde. Seguramente notó lo ridículo de su frase así que concluyó en su propio idioma “si Huamán no quiere convivir, vamos a sacarle la reconchasumadre” Fue la primera y última entrevista que diera en su vida.

Por el tipo de frases ridículas que utilizó, Eduardo Burstein supuso que el encapuchado que lo apuntó con un arma a la salida del diario pertenecía al bando de Huamán. Muy tarde, chiquillo, pensó, su editor se había mostrado más que entusiasmado con los resultados de la investigación. Tenían además el gancho preciso, pues tres días antes, unos pescadores habían encontrado el cuerpo de Moisés Naranjo golpeando su inercia contra las piedras de una playa chalaca. Por eso, aunque se mostró atemorizado y obediente frente al tipo, sonreía por dentro ante la inminente salida a la luz de una historia que lindaba con la ciencia ficción. Recordó eso de que Kafka sería un costumbrista en el Perú.

La edición del domingo 19 de abril sin embargo, no contó con el reportaje de Burstein. Ni aquella ni ninguna otra. Todos los diarios estaban ocupados tratando –cada quién de acuerdo a su postura- el autogolpe que, una semana atrás, había dado el presidente Fujimori. La clandestinidad se mantuvo para la ESVA y sus asociados -que no tardarían en entablar relaciones con el gobernante a través de un allegado de escaso pelaje- Eduardo Burstein renunció al periódico. A la fecha, sigue trabajando en la bodeguita que montó en Máncora con una herencia adelantada. Los chiquillos siguen subiendo a los buses repitiendo el mismo sonsonete que inauguró Ñori y comercializó Huamán. Y así sin más que decir, voy a pasar por sus asientos esperando contar con su amable colaboración. Muchas gracias.

3 comentarios:

Mlogger dijo...

tu y tus finales.
Me gusta como sacas historias interesantes de cosas tan cotidianas q pasamos siempre por alto.

Anónimo dijo...

¿Viste que también puedes escribir textos que enganchen al primer vistazo sin? Todo está muy bien logrado aquí.
¡Bravo por este post! :)

Ximena dijo...

muy bueno!!! me gusto bastante!