Ni es lo mismo… ni es mejor.
Cuando terminé de escuchar Más, la genial obra que lanzó Alejando Sanz en 1997 tuve –al igual que muchos- la convicción de que difícilmente podría superar las cotas alcanzadas en aquel álbum. Doce años y cuatro discos después la afirmación sigue vigente. En todo caso si algo no se le ha podido negar a su música es la vocación por no estancarse y seguir buscando nuevas tonalidades al romanticismo. Es así que con altibajos pasó de un intento por volverse más ambient (el alma al aire) a un coqueteo con sonidos más urbanos (No es lo mismo) y así sucesivamente con, ya se dijo, disímiles resultados.
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Carraspera sin riesgo.
Y si Alejandro Sanz optó por sonar como el resto, lo de Sabina es sonar como él mismo sin concesiones. Es así que el Flaco de Úbeda vuelve con un disco fiel a los parámetros que trazó desde su anterior trabajo, Alivio de Luto: nada de música sobre producida, tan solo guitarras simples, arreglos preciosistas y el despojo de todo adorno innecesario en las canciones.
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Con todo es un trabajo que no defraudará a sus seguidores aunque resulta imposible –al menos en mi caso- no echar de menos al Sabina de discos como Yo mi me contigo o 19 días y 500 noches (acaso sus mejores trabajos) en los que llevaba su voz aguardientosa por los terrenos del bolero, la ranchera, el rock and roll crudo y hasta el rap sin ruborizarse siquiera.
Ese Sabina arriesgado e insolente se ha calmado -un poco, claro, tampoco hablamos de un artista en decadencia-cambiando el arroz con mango de estilos que hacía suyos gracias a las marcas inconfudibles de su voz y sus letras, por un sonido más adulto contemporáneo.
Pone, pero ojalá no sean solo medios tiempos lo que escuchemos a partir de ahora.
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